miércoles, 18 de enero de 2012

He prometido la Eternidad a muchos Necios.

"- Watanabe, ¿me quieres?
- Claro -respondí.
- ¿Puedo pedirte dos favores?
- Incluso tres.
Naoko sacudió la cabeza sonriendo.
- Con dos es suficiente. El primero es que te agradezco que vengas a verme. Estoy muy contenta y me... me ayuda mucho. Quizá no lo parezca, pero es así.
- Volveré a venir -dije-. ¿Y el otro?
- Que te acuerdes de mí. ¿Te acordarás siempre de que existo y de que he estado a tu lado?
- Me acordaré siempre.
Ella prosiguió su marcha sin más, en silencio. [...]
Naoko se detuvo, me sonrió y me tomó del brazo. Recorrimos el resto del camino el uno junto al otro.
- ¿No me olvidarás jamás? - me preguntó en un susurro.
- Jamás te olvidaré. No podría hacerlo.


Pero lo cierto es que mi memoria se ha ido alejando de aquel prado, y son ya muchas cosas las que he olvidado. Al escribir así, persiguiendo mis recuerdos, a menudo me asalta una terrible inseguridad. ¿No estaré olvidando la parte más importante? [...]
En definitiva, así lo creo, lo único que puedo verter en este receptáculo imperfecto que es un texto, son recuerdos imperfectos, pensamientos imperfectos. Y cuanto más ha ido palideciendo el rostro de Naoko, más he sido capaz de comprenderla. Ahora sé por qué me pidió que no la olvidara. Por supuesto, ella intuía que mi memoria la borraría algún día. Por eso me lo pidió. Este pensamiento me llena de una tristeza insoportable."


Escucho de nuevo esa canción, que trae vestigios de aire cálido y viejas promesas ya rotas, desmadejadas, esa canción que ahora se me antoja tan lejana, viciada y sucia como en su día se me antojó eterna, pasional y hermosa. Finalmente el juego quedó sólo entre dos opuestos. Anticristo y Norwegian Wood. Frío y calor. Ellos y yo.

Grim

martes, 10 de enero de 2012

Celestial

Perdona que no llore, pero ya han sido demasiadas últimas despedidas en la misma parada de autobús; y esta no es una de esas películas como Titanic, o Moulin Rouge, que cuanto más las ves, más pañuelos utilizas, sino más bien como los dedos de un violinista, que terminan por insensibilizarse. Es más una historia triste de las que nadie quiere saber nada, tragedia por tragedia, y una insultante carcajada loca para coronar las lágrimas que ya no salen. Es un réquiem a lo que pudo haber sido y no dejamos que fuera, un nocturno a la naturaleza cruel que me rodea e impide. Van más días tirados a la basura, que me miran triste. Y yo me digo, "¡Como si tuviera yo la culpa!". Pero sus ojos de arena derramada que no llegó a ser nada me hacen darme cuenta de que sí, que en verdad yo tengo la culpa. Y nada de esto tiene que ver contigo, y por eso te pido que me perdones; porque a mí me gustaría haber llorado y sentirme más humano contigo, haber podido despedirme de verdad, desearte buena suerte y haberte regalado alguien de verdad.