sábado, 1 de septiembre de 2012

Lo-li-ta


Salta y agita los brazos mientras sonríe, con su boca de corazón manchada de carmín y piruleta. Las piernas, flacas, los pechos, prematuros, dos trenzas rubias que se contonean en el aire y un atípico rostro infantil deformado por el hecho de saber demasiado.
Grita, patalea y llora al mismo tiempo que se desnuda y repta hacia tu cama contoneando su encantador trasero. Ella quiere cosas. Y no se te ocurra rechazarla porque te lo hará pasar mal. La mujer te mirará con ojos de eterna niña y tú desearás no haber nacido. Dos cuentas de color azul que te acuchillarán mientras en su rostro está presente una impecable sonrisa infantil, ribeteada por un aparato bucal malévolo y plateado.
Se acerca, se sitúa peligrosamente cerca de tu segundo cerebro mientras acaricia tus extremidades, y te pregunta en susurros si la quieres, si la crees bella. Una bofetada sigue a la sonrisa, y ella se echa a llorar, mientras te apunta con el dedo, y grita pidiendo ayuda.
La barra de labios roja se rompe, mientras la sombra de Lolita desaparece y se sitúa junto a la de otro perro viejo y trastornado.

La niña que se vio privada de un desarrollo normal, la que se entretiene chupando caramelos y otras cosas a los hombres mayores.


Grim