Salta y agita los brazos mientras sonríe, con su boca de
corazón manchada de carmín y piruleta. Las piernas, flacas, los pechos,
prematuros, dos trenzas rubias que se contonean en el aire y un atípico rostro
infantil deformado por el hecho de saber demasiado.
Grita, patalea y llora al mismo tiempo que se desnuda y
repta hacia tu cama contoneando su encantador trasero. Ella quiere cosas. Y no
se te ocurra rechazarla porque te lo hará pasar mal. La mujer te mirará con
ojos de eterna niña y tú desearás no haber nacido. Dos cuentas de color azul
que te acuchillarán mientras en su rostro está presente una impecable sonrisa
infantil, ribeteada por un aparato bucal malévolo y plateado.
Se acerca, se sitúa peligrosamente cerca de tu segundo
cerebro mientras acaricia tus extremidades, y te pregunta en susurros si la
quieres, si la crees bella. Una bofetada sigue a la sonrisa, y ella se echa a
llorar, mientras te apunta con el dedo, y grita pidiendo ayuda.
La barra de labios roja se rompe, mientras la sombra de
Lolita desaparece y se sitúa junto a la de otro perro viejo y trastornado.
La niña que se vio privada de un desarrollo normal, la que se entretiene chupando caramelos y otras cosas a los hombres mayores.
Grim