miércoles, 18 de julio de 2012

El verdadero sentimiento

En este mundo es así, es normal. Siempre crees que te has enamorado, y, en efecto, lo ves más especial que ninguno de los putones anteriores a los que te has follado. Su lengua abraza la tuya como ninguna otra, su polla es más grande que las de los demás, y cuando la tiene clavada lo más adentro que tus apestosas entrañas hayan sentido, te mira fijamente a los ojos y no recuerdas que nadie haya hecho eso nunca antes. Y, como un gilipollas, con las piernas abiertas y temblorosas y apretándole con la fuerza de marica que te queda, se lo dices. Se lo escupes hacia arriba con tono de zorrón primerizo acobardado, te lo crees, y él hace como que se lo cree.
A los dos días caminas por la calle con gafas de sol en un día no tan soleado, con un pañuelo rodeándote el cuello. Ya has llorado, ya has apretado tus muslos, y ya le has borrado de tu agenda. Todo ha pasado. Pero aún queda una lágrima por caer; y cae, la muy jodida cae, justo rozando el borde del enorme batido de fresa que te estás tomando en un restaurante de comida rápida ambientado en los años 20. Te ríes de ti mismo, y de pronto aparece otro, que te seca la mejilla, te pregunta, y te sonríe. Tú lo miras sorprendido, y miras el entorno. Es todo tan característico, tan nuevo, tan concordante con sus pectorales y su exuberante carácter, que, otra vez, te encuentras pasando tras su espalda en un piso que no conoces. No hay ropa, no hay sábanas. Y pronto te encuentras de nuevo con amnesia, susurrando como una puta: "te quiero".

Quería ser desagradable con todos vosotros.