lunes, 23 de agosto de 2010

Taburete de sal

Mira ese taburete en las rocas a la orilla del mar. Mira sentado en él a la ciudad. Lo ves, ¿verdad? ¿Ves esos puntitos que caen? Son las personas cayendo de los altos edificios, de los rascacielos sin fin que rompen las nubes y los sueños. Un ser humano no fue hecho para aguantar tanto cristal, tanto carbón, tanto metal, tantos deseos sin llevar a cabo. Anclados en un futuro incierto, el vértigo les conduce irónicamente a una gran caída, larga físicamente, pero aún más larga es en sus mentes. En sus pobres, delgadas y consumidas mentes. Sigue ahí, sigue sentado en tu taburete mojado de sal; ahí estás a salvo de los horrores de la ciudad. Un patito de goma que se ahoga, que grita, que se moja. "¿Alguien entenderá algún día lo que pasa?" te preguntas mirando la tétrica escena. "¿Alguien comprenderá algún día que algo está mal?" te preguntas mirando desde el único lugar resguardado de locuras, impertinencias y maldades. No, hijo mío, esa es la respuesta. Nacimos necios y moriremos más necios. Toda una raza desperdiciada sólo para el goce y la alegría de unos pocos que, sentados en otros taburetes mojados en sal con llamas verdes, ríen y se divierten viendo a la gente caer. Viendo sus mentes desperdigadas y trituradas sobre el alquitrán.

jueves, 19 de agosto de 2010

Plata sobre barro.

Antes eras esa preciosa estatua sobre su pedestal de oro. Ahora sólo queda plata sobre el barro.

Estrella de mar

Se oye un contínuo y lejano picoteo, como el lento sonar de un pájaro carpintero que, al parecer, no tiene intención de detener su labor. Entre este tedioso sonido, se cuela el de ujn objeto muy pequeño colisionando contra una superficie. ¡Plic! ¡Plic! Un enorme sonido enmudece a estos dos, el sonido que producen dos continentes al chocar, un tsunami al cernirse sobre la tierra, la representación auditiva de una traición. Acto seguido, esas pequeñas colisiones se multiplican. Más. Más. Mucho más. Muchísimas. Normalmente adoraría la lluvia. Saldría a abrazar las gotas y rebozarme en el suelo. Miraría al cielo y sentiría el agua caer por mi cara, mi cuerpo. Sería yo, el yo que nos fue arrebatado a todos. Sí, a todos. Jamás estamos completos. Bien, la lluvia podría hacerme sentir que soy completo por un instante. Sin embargo... estos truenos me asustan. Pretenden asustarme. Me gritan que si salgo a de este tejado me harán daño, que el agua no me acariciaría, que me golpearía. Que me tirarían al suelo, y no me dejarían nunca. No lo comprendo. Esto es un error. Esto no debería ser así...