lunes, 27 de diciembre de 2010

El Veneno

El Veneno es una niña de nueve años con el alma retorcida
Grim Sade

martes, 21 de diciembre de 2010

Tocando el sol



No sé si estuve cerca, si llegué a rozarlo o ni siquiera si mis pies dejaron de tocar el suelo. Siempre quise volar cerca de lo que no me pertenecía. "Un ángel cuyas alas eran de cera y que se derritieron por querer volar demasiado cerca del sol." No... yo nunca llegué a tener alas.

domingo, 31 de octubre de 2010

El Verdadero Sinsabor del Helado de Fresa

"Le miré. Y sabía que él sabía que yo sabía lo que él sabía. Le sonreí con picaresca mientras el temor me atenazaba por dentro. Me había descubierto, aunque yo lo negara mil veces. Tal vez no supiera lo que yo escondía, pero ya había averiguado que yo ocultaba algo.

Caminamos por la llanura adoquinada, y perdí mi mirada gris entre las líneas de baldosas, siendo perfectamente consciente de que él me estaba mirando. Me sentí súbitamente desprotegida, súbitamente desconcertada y perdida.

Me abrazó, y yo, inútilmente, no pude cerrar los brazos en torno suyo. Rígida, como una tabla, me mostré desconcertada ante ese gesto, una muestra de una emoción que yo no entendía. ¿Debía sentir algo? ¿Qué era lo que me estaba perdiendo? Sospechaba que tras aquel acto se escondía un sentimiento muy profundo, pero no lo supe identificar. No conseguí entender lo que estaba tratando de decirme.

Y por aquello lo odié. Tal vez en otro tiempo habría entendido aquel gesto. Tal vez en otro tiempo habría podido levantar los brazos y haberle estrechado de la misma manera que él me estrechaba a mí. Sentí que yo podría haber sido capaz de manifestar un amor de tal magnitud como el que trataba de mostrarme en aquel momento.

Noté el frío, noté aquel viento gélido que se apoderaba de mi mente y mi corazón. El sabor de aquel helado era absurdo.

Buscar siempre algo no correspondido, sin importar el qué sea. Empeñarse en abrazar la piedra que cae al vacío. Pedir perdón al barro cuando este te ha insultado. Morder los trozos de cristal de la amargura. Llámalo como quieras.

Él dejó caer los brazos, lánguido, decepcionado. Noté su sufrimiento y su desilusión, su frustración al comprobar que no había conseguido nada. Y entonces, aquel perdido espectro infantil tomó posesión del inanimado rostro y al llegar a la encina, me volví y le mostré la mejor de mis sonrisas. La más pura, la más bella, la más sincera que me quedaba.

Reí como una niña con su sorpresa, ante aquel asombro que me gustaba tanto. Y no pude evitar preguntárselo a medida que yo comenzaba a desaparecer.

¿Qué? ¿Estaba rico?"

Grim Sade

Para tí, Chuvs. Un año, nada menos. 31/10/10

lunes, 18 de octubre de 2010

Sus dibujos.

La lluvia empezaba a caer, lentamente aumentando su intensidad. Elle corría, jadeante, asustado: aquellas gotas querían robarle su pertenencia más preciada. Abrazaba el cuaderno, con los extremos dañados del papel asomando entre las duras tapas de ébano unidas por un lazo de seda roja, tratando de salvarlo. Elle ya estaba calado sin remedio, pero aún podía salvar su esencia. Sus pies avanzaban con rapidez y agilidar hasta que una raíz se interpuso en su huída; cayó al suelo. Sus brazos, antes de caer, se extendieron para alcanzar el cuaderno, su ser; sólo consiguió que su caída fuese más dolorosa. Posó las manos sobre la hierva y alzó el rostro; sus ojos quedaron de frente al río, permaneciendo éstos primeros desorbitados durante unos segundos, hasta que fue capaz de correr hasta la orilla. Y ahí estaba el cuaderno, caído en el río, abierto, perdido. Las imágenes de papel fueron separándose una a una y a disgregarse por el agua. Metió las manos en el agua, cogió el papel mojado, intentando inútilmente de salvarse. Todo lo que consiguió fueron trozos de lo que había sido su vida, emborronados, deshechos. La sal brotó de la desgracia de sus ojos. Ya conocía lo que venía ahora. Inevitable. Irremediable. Imposible.

El agua borró la tinta de la vida que marcaron sus dibujos. Un río de colores es todo lo que queda de elle. Ahora no recuerda ya nada, y es una cabeza vacía que mira sentada todo lo que le rodea en su silla de mimbre, que mira y que no ve nada. Su vida sigue su curso lejos de él, lejos de los dibujos que sostenían su alma.

Patti Griffin - Rain

martes, 28 de septiembre de 2010

Malversación Cerrada

Pasó la mano por la cara interna de su muslo derecho, buscando aquella entrada al infierno. Respiraba fuertemente sobre su nuca, mientras ella dibujaba una sonrisa amarga en el rostro y se mordía el dorso de la mano con cinismo y arrogancia. Apartó su pómulo de un manotazo, y él lo interpretó a juego; ella, hizo como si en realidad fuese así. La seriedad volvió al rostro del ingenuo, y con su mano izquierda trató de tocarla, de alcanzarla, siendo terriblemente consciente de que otra vez se estaba alejando. Aquellos ojos volvían a ser distantes, temblorosos y nerviosos. Él vio cómo su mirada trazaba un recorrido de dolor y se torcía hasta convertirse en la velocidad furiosa del odio. Aquel odio corrosivo que le carcomía se volvía de nuevo visible. Las manos del ahora no tan seguro chico se apartaron rápidamente para contraerse en dos cerrados puños y poder echar a correr de aquel monstruo en el que no podía evitar que ella se transformase. Sintió su aliento en la nuca, un aliento peligroso, como el de un lobo que ha saltado ya sobre su víctima. Estaba atrapado inevitablemente entre la pared y el cuerpo que había deseado; dos respiraciones: agitada, tranquila; sus brazos se apoyaron lentamente alrededor del cuerpo del chico y sus labios comenzaron a rozar su piel. Sin embargo, aquel tacto de alas de mariposa iba dejando horribles heridas tras su paso, destrozando el epitelio del joven mientras lloraba de puro miedo. Los ojos de ella brillaban, como si un placer inmenso llenase cada partícula de su ser con solo admirar la situación. Sus antebrazos atraparon el otro cuerpo por el abdomen, y friccionó su sexo desnudo contra la tela vaquera, la respiración de él se agitó aún más cuando observó la de ella acelerarse, contraída y retorcida, mientras buscaba su propio placer contra un rudo objeto que era incapaz de comprenderla, contra el objeto en el que se había convertido quien se había acercado demasiado al fuego. Lo apretó contra sí, haciendo que dicho objeto jadeara, gimiera. Él se excitó, pero sabía que no podía mostrárselo abiertamente porque podría morir. No podía interrumpirla. Ella era demasiado críptica, demasiado severa. Sus lágrimas de terror resbalaron y chocaron contra las manos que ahora desabrochaban presurosas los vaqueros, casi destrozando el tejido. Él supo que si hiciera el gesto de tratar de ayudarla, eso le molestaría a ella aún más y le haría daño. Decidió quedarse quieto, frente apoyada sobre la pared, manos temerosas y lascivas acariciando la superficie de la pared negra. Cerró los párpados con fuerza cuando sintió el golpe final de la apertura y sintió el rozar violento, devastador. Un cuerpo extraño, ajeno y real que se introducía, se colaba en sus entrañas, desgarrándolo todo. Él la miró contonearse con horror, miedo e impotencia. Cruel dolor y exquisita lujuria del placer. Ahora el aire que escapaba de los labios de la mujer cobraba sonido, una mezcla de placer, alivio, quizás descarga. La atmósfera tornose tranquila, casi armónica y perfecta hasta que ella, tras alcanzar el clímax se echó a llorar, convulsionando sobre el pecho de él. No supo qué debería haber hecho realmente, no entendió qué hizo mal. Lo que ocurrió fue que un abrazo mutuo fue formado, atrapado el tembloroso cuerpo entre las extremidades de ella y las de él. Pero ella volvió a enfriarse, regresó a su estadio oscuro y hostil. Y él supo que de nuevo la había perdido. Que de nuevo iba a volver la bestia. Estuvo dispuesto una vez más. Las afiladas armas de queratina rasgaron piel y carne pero ya no volvió a ver aquella chispa de vida que había en sus ojos. No. Su mente ya estaba muy lejos de allí y él lo sabía. ¿Volvería esta vez? ¿Regresaría y todo volvería ser como antes hasta que el ciclo volviese a este mismo punto? Un uróboros de desgaste, dolor, perdón, efímera alegría, desgaste, dolor, perdón...

Pero las cosas no son eternas, y mucho menos cuando se trata de las personas. Se cansaría de él. Ya no habría nada más. Por el momento, su cuerpo sigue descansado dormido sobre el pecho de él, acariciándolo en sueños. Por el momento él continúa pasando sus dedos entre su pelo, intentando pensar y sin pensar en nada. Por el momento todo sigue en esta posición, y nadie sabe qué movimiento querrá el azar de su mente realizar cuando despierte.

Después de todo, ¿quién sabe lo que se oculta tras esa mirada de niebla?


Una creación conjunta de
Grim Sade y Mr. Chuvs


martes, 21 de septiembre de 2010

El verdadero sabor del helado de fresa

Mientras sus ojos se perdían entre las líneas de los adoquines de la calle, una sonrisa pícara y maliciosamente inocente se formó en su rostro, dejando al descubierto que, en efecto, escondía un gran secreto. Yo también reí; al contrario que ella, con sonido, aunque fuese débil y corto. La volví a mirar, aunque, como esperaba de antemano, sus ojos seguían entretenidos en un laberinto inexistente sobre los baldosines de hormigón. La expresión de mi rostro cambió. Cierto, sabía que ella escondía un secreto; cierto, ella siempre lo negaba; cierto, ella siempre daba a entender que me estaba mintiendo; cierto, partes de ella debatían por desear abrirse y por odiarme por conocer.

No pude evitar aquel abrazo, y tampoco contener la única lágrima que sequé disimuladamente por dentro del lagrimal. Como supuse, ella no me devolvió el abrazo. Sentí caer por un precipicio gigantesco por el cual me había tirado sin razón. Saboreé el helado de lo absurdo y del cielo vi caer hielos de colores con sus ojos amarillos.

Buscar siempre algo no correspondido, sin importar el qué sea. Empeñarse en abrazar la piedra que cae al vacío. Pedir perdón al barro cuando este te ha insultado. Morder los trozos de cristal de la amargura. Llámalo como quieras.


Entonces disolví ese abrazo inútil, por la única razón de que era inútil porque yo pensaba que lo era. Decidí continuar la marcha, y ninguno de los dos dijo nada durante el resto de camino hasta la encina. Al llegar, ella se giró y me miró. No pude creer lo que vi. Una sonrisa de verdad; una persona diferente; la que era ella en realidad. Rió sinceramente por la que entonces fue la primera vez que vi, e inmediatamente después pregunto con voz diferente a la de siempre: "¿Qué? ¿Estaba rico?"

domingo, 12 de septiembre de 2010

Espejo

"Tan sólo fueron unos instantes, pero a mí me dio la sensación de haberme contemplado durante horas.

Examiné aquel rostro.

Aquel rostro bello.

Observé cómo mi pulso se aceleraba, delatándolo una vena de mi cuello.

Enredé las manos en mi pelo, las mantuve ahí, notando cada temblor neuronal de mi retorcido cerebro entre ese contraste de frío y calor que da el cabello de una mujer.

El brillo de aquellos ojos anegados en niebla aumentó.

La saliva bajó por la garganta cual enzarzado de espino.

Las lágrimas resbalaron, indiferentes y estropearon la pintura.

No aparté los ojos del espejo, ni siquiera en el momento en el que fui consciente de que no sabía quién era."

Grim Sade

sábado, 11 de septiembre de 2010

La niña que caía por las escaleras

Desde esa primera vez, nada cambió. Sucumbió sólo una vez, una única vez. Toda una vida dedicada a hacer frente a sus tentaciones, suplicándose a sí misma no llevar a cabo lo que su imaginación incubaba para ella. Esa fue la primera vez que cayó, la última, y la que ahora mismo sigue repitiéndose.

Sus pies descalzos sobre el mármol. Estaba frío, muy frío. Los brazos caían yertos a sus costados, balanceándose levemente. Sus labios, separados, dejando escapar y entrar el aire. Su pelo caía entre los dedos de sus manos y aterrizaba suavemente a ambos lados de sus pies. Un suspiro con cadencia rota, desentonante. Los ojos muertos, clavados torcidos en la pared de enfrente.

Su cuerpo aún no había caído, pero su mente hacía rato que se había roto. Los huesos de sus sentimientos, de su pensamiento, de sus ideas... todos estaban totalmente rotos. Había sido vencida por sí misma hacía escasos segundos.

Había leído en alguna parte que la única forma, la única oportunidad de deshacerte de tus tentaciones, era precisamente caer en ellas. Bien sabía que era cierto, y por eso jamás se dejó llevar por ellas, ni una sola vez. Era fuerte, era consciente de ello. Ella había sido siempre su propia fortaleza, ella misma era el escudo que la protegía del propio daño que ella quería causarse. Como una armadura deteriorada. Ella siempre había tratado de evitar aquel momento, pero ya era incapaz de pensar nada. Había terminado.

Sus pupilas se dilataron repentinamente y, acto seguido, se redujeron hasta casi desaparecer. Y ahí fue cuando perdió el equilibrio. Cuando los huesos triturados de su mente, ya incapaz de decidir, dejaron de sostenerse.Cuando su pequeño y fragilísimo cuerpo se dejó caer por las escaleras.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Me apetece... y lo hago ¿no?

Hola, personas, individuos, entes y seres inertes que leéis esta escuchimizada página literaria de este desconocido personajo perdido del mundo :3 Lo primero que haré, seré agradeceros el que visitéis esta página espontáneamente o alguna que otra vez. Lo segundo, aclarar, aunque sin necesidad, que, tras mucho tiempo pensando si dirigirme personalmente y directamente, y no através de escritos literarios, al que lee este blog, he decidido hacerlo (como habréis comprobado).

Me apetecía contar alguna tontería, nada, un capricho que me ha apetecido concederme. Es verano; peor, final del verano. Tiempo en el que el tiempo es como si no existiese. Cada día es infinito y, el conjunto entero, ha sido increíblemente corto. Muchísimos proyectos y casi todos por cumplir. Aún tengo que salir a mojarme bajo la lluvia; aún tengo que bañarme en una piscina por la noche; aún tengo que quedar noches enteras sin dormir, ya sea para pasear por un tejado o para hablar y reír continuamente. Muchas cosas.

Hoy, por ejemplo, he faltado a dos planes. Tenía que acompañar a una amiga a que le clavasen un doloroso alfiler en el cartílago de la oreja, para tener un nuevo agujero donde colocarse nuevos complementos. No he ido. Por la tarde iba a ver a una amiga con la cual tengo que hablar de múltiples cosas interesantes y debatir sobre (pitidos que no te dejan escuchar qué). Nisiquiera tenemos ar y hora ni forma de contactar. ¿Veis? Incluso me hace gracia.

Sé que no cuenta nada interesante, pero ¿qué más me da? Me apetecía escribir algo feo, algo que no me saliese sólo y no entendiese por qué, como todo lo que escribo, sino algo que me saliese sólo y entendiese, aunque fuese algo estúpido y aburrido.

Bueno, me parece que finalizaré esta entrada aquí. Creo que estos días me dedicaré a intentar interpretar unas preciosas canciones que he impreso. Qué osadía la mía, pretender llegar a la altura del mismísimo Yann Tiersen xDD

Lo dicho, me marcho. Espero que no os haya desagradado demasiado la entrada estúpida. Os dejo un par de canciones que me gustan mucho (y espero que a vosotros) para compensar :3 ¡¡Adioses de bollicao!! (pero del antiguo, que molaba más ;3) ^^

Susan Enan - Bring on the wonder
Patty Griffin - Rain
Ludovico Einaudi - Nuvole Bianche

P.D.: Agradecer a mis amigos y seguidores del blog (no diré qué). En especial a Eri y Grim, dos colaboradoras estupendas y geniales, que hacen que este blog vaya a mejor (consiguen más visitas que yo en mi propio blog ^^"). También un agradecimiento especial (si se llega a leer :3) a Laura y a Blanca.

¡Un abrazo a todos!

Chuvs W. B. Kaworu

lunes, 23 de agosto de 2010

Taburete de sal

Mira ese taburete en las rocas a la orilla del mar. Mira sentado en él a la ciudad. Lo ves, ¿verdad? ¿Ves esos puntitos que caen? Son las personas cayendo de los altos edificios, de los rascacielos sin fin que rompen las nubes y los sueños. Un ser humano no fue hecho para aguantar tanto cristal, tanto carbón, tanto metal, tantos deseos sin llevar a cabo. Anclados en un futuro incierto, el vértigo les conduce irónicamente a una gran caída, larga físicamente, pero aún más larga es en sus mentes. En sus pobres, delgadas y consumidas mentes. Sigue ahí, sigue sentado en tu taburete mojado de sal; ahí estás a salvo de los horrores de la ciudad. Un patito de goma que se ahoga, que grita, que se moja. "¿Alguien entenderá algún día lo que pasa?" te preguntas mirando la tétrica escena. "¿Alguien comprenderá algún día que algo está mal?" te preguntas mirando desde el único lugar resguardado de locuras, impertinencias y maldades. No, hijo mío, esa es la respuesta. Nacimos necios y moriremos más necios. Toda una raza desperdiciada sólo para el goce y la alegría de unos pocos que, sentados en otros taburetes mojados en sal con llamas verdes, ríen y se divierten viendo a la gente caer. Viendo sus mentes desperdigadas y trituradas sobre el alquitrán.

jueves, 19 de agosto de 2010

Plata sobre barro.

Antes eras esa preciosa estatua sobre su pedestal de oro. Ahora sólo queda plata sobre el barro.

Estrella de mar

Se oye un contínuo y lejano picoteo, como el lento sonar de un pájaro carpintero que, al parecer, no tiene intención de detener su labor. Entre este tedioso sonido, se cuela el de ujn objeto muy pequeño colisionando contra una superficie. ¡Plic! ¡Plic! Un enorme sonido enmudece a estos dos, el sonido que producen dos continentes al chocar, un tsunami al cernirse sobre la tierra, la representación auditiva de una traición. Acto seguido, esas pequeñas colisiones se multiplican. Más. Más. Mucho más. Muchísimas. Normalmente adoraría la lluvia. Saldría a abrazar las gotas y rebozarme en el suelo. Miraría al cielo y sentiría el agua caer por mi cara, mi cuerpo. Sería yo, el yo que nos fue arrebatado a todos. Sí, a todos. Jamás estamos completos. Bien, la lluvia podría hacerme sentir que soy completo por un instante. Sin embargo... estos truenos me asustan. Pretenden asustarme. Me gritan que si salgo a de este tejado me harán daño, que el agua no me acariciaría, que me golpearía. Que me tirarían al suelo, y no me dejarían nunca. No lo comprendo. Esto es un error. Esto no debería ser así...

viernes, 30 de julio de 2010

Su final

—¡Será un grandioso final! ¡Apoteósico! —me decía con ojos enloquecidos— ¿Verdad que sí, mi querido "ya no amigo"?
Su sonrisa y su mirada perturbada me pedían a gritos una alabanza, un halago, un "sí, lo has hecho bien, me descubro ante ti".
—¡Venga, dilo! ¡Digno de la literatura más exquisita y selecta!
Y soltó una carcajada digna de su actual descomposición mental, propia de quien ha visto rotos los esquemas de su vida y se vuelve loco. Entonces separé los labios y dejé escapar la verdad, lo que realmente sentía y pensaba de aquella situación. Con la voz ajada por el daño de ver al que fue un buen amigo, un fiel y querido compañero, herido en el alma hasta haberse desintegrado su cordura, pronuncié las siguientes palabras:
- ... sí, tienes razón. Sería digno de aparecer en un libro, de los más trágicos libros de la historia… Pero todo libro necesita un público y, lo siento, jamás nadie entendería el porqué de este final absurdo, y tu final no sería leído por nadie.
Tras ver cómo su enloquecida sonrisa se borraba de su rostro, escuchando la verdad de su fracaso, comprendiéndolo, me di la vuelta. Ahora él era consciente de que sus locuras no serían entendidas por nadie, que nadie llegaría a llorar su historia, que nunca nadie engrandecería su vida. Pero yo sabía que no cambiaría el final elegido. Había transformado su vida en una obra literaria para él mismo, y ese era el fin que había decidido darle.
No me volví, pero pude escuchar y saber precisamente lo que hacía. Escuché sus pasos; escuché el roce entre sus ropas y su piel; escuché los arañazos; y, finalmente, escuché el silbido de su cuerpo cortando el aire, seguido de los golpes y crujidos de sus huesos.
Su final lo había elegido él. Y, llorando, yo era el único que comprendería su locura, el único de leer aquel libro imaginario que él creía ser.

martes, 27 de julio de 2010

White Black

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jueves, 22 de julio de 2010

Uno solo

Cogí el cuchillo bañado en sangre, frío y caliente al mismo tiempo. El escarlata se derramaba a través de mi brazo cual serpiente se enrosca alrededor de su presa. Miré a mi personalidad cuya vida estaba llena de infortunios. Cómo no, había perdido, y yacía patéticamente sobre el gélido suelo de hielo. Había muerto. Le giré de una patada, no merecía más de mí, y observé en su cara mi rostro, mirándome. Me decía: “Me has matado… me has matado…” Pero Yo no podía parar de sonreír. Por fin sería solo Yo el dueño de mi vida; ya no tendría que observar a través de los ojos de otro, torpe y penoso como él. Desde que la batalla comenzó supe que era Yo el que estaba destinado a vivir. El negro había ganado.

En ese momento, todo el lago helado comenzó a quebrarse, por todas partes. Miré por última vez mi cuerpo, cayendo entre las plataformas de hielo y siendo sepultado en su tumba de agua congelada. Ascendí, y me desvanecí…

Entonces abrí los ojos y me levanté precipitadamente. Estaba ahí, en mi casa, en mi cama de siempre, pero algo era diferente. Yo y sólo Yo estaba en esa habitación. Sonreí. Ya era hora de que el segundón pudiese estar solo y obrar por su cuenta.

domingo, 18 de julio de 2010

Sólo es vida

Sólo es vida. ¿Significa o significará algo acaso? Puedes gastarla como quieras, pero no ahorrarla. Puedes tirarla por las alcantarillas; sacar los años de los bolsillos y dejarlos caer sobre el asfalto mojado y dejar que los zapatos ajenos los pisen y destrocen. Pero no, nunca puedes guardar los años para que duren siempre. Jamás podremos conservar vida por siempre. Que sea imposible de manter es lo que hace perfecto al propio tiempo, a la propia vida. Son sólo segundos tejidos en minutos y minutos tejidos en horas. No son nada. Y, por eso precisamente, lo son todo.

miércoles, 14 de julio de 2010

Juntos

Cada gota que caía en su piel provocaba el mismo efecto que el ácido al derramarse sobre el plástico. Gemía y se retorcía en el suelo escarchado por la nieve.Sentía cómo el frío atravesaba sus huesos, cómo el dolor se convertía en negras cuerdas y se ataban en torno a su corazón, presionándolo.

A medida que era devorado se iba preguntado distintos aspectos sobre los hechos acontecidos. Sobre si realmente alguna vez había hecho algo útil y sobre qué impedía que la madera podrida de los bancos de su alrededor astillara sus muñecas.Se preguntaba si realmente se había equivocado, si todo lo que había hecho, creyendo hacerlo para bien, lo había hecho mal; si el aliviante que pretendía ser se hubía transformado en una dura lanza mellada que la clavaba con saña, creyendo calmar heridas, y aquello era su castigo.
Comenzó a ver sombras luminosas brotando de lo que él conseguía reconocer como su propio pecho. Aquellos seres deíficos y puros retenidos en lo más profundo de su alma comenzaron a retroceder, modificando así la salida del cuerpo y en su lugar realizando un rápido aproximamiento hacia él, acercando sus estilizadas manos hacia su rostro, rodeando su cuerpo y susurrando palabras solo entendibles por su alma. Sus pensamientos viajaron hacia ella. Quería levantarse y correr, aún estaría viva.

Abrió los ojos, elevando sus finos párpados, y elevó la mirada azul. Nieve. Sólo nieve. Todo lo que era capaz de ver estaba blanco. El pánico se apoderó de él en una explosión de aullidos y gritos infernales. El parque se tornaba oscuro, tétrico y sin vida. No debía estar así. No, faltaba algo. Allí donde sólo podía ver copos cayendo y aire tenía que haber algo más, y esa falta le aterraba. No recordaba dónde vió por última vez el colgante. Sus extremidades eran lentas y frenaban a su mente, pero aún así, estiró su brazo y metió la mano en el bolsillo de su pantalon.

Esperaba encontrarlo allí o, en su defecto, descubrir que el bolsillo estaba vacío. Lo que no esperaba era encontrarse otra cosa. No esperaba encontrar aquella media luna curvada de metal. Era increíblemente hermosa...pero el rubí de su mitad, provocaba algo así como un mal augurio dentro de él. Sus finos dedos tocaron la helada superficie. Casi parecía hielo. Recorrió toda su estructura, desde sus dos puntas hasta que sus yemas acabaron justo a los lados del rubí, como queriendo arrancarlo. El pánico que había sentido instantes antes prácticamente había desaparecido. Quizás algo tan hermoso no tendría por qué causarle problemas, no más de los que había tenido...Se preguntó sobre su procedencia y comenzó a recordar y repasar todos los sitios posibles en los cuales hubiese podido acabar, por error o no, en su bolsillo. Ninguna explicación lógica vino a su cabeza. Aquel objeto había aparecido en su bolsillo en sustitución del colgante que buscaba. No era capaz de entenderlo. ¿Realmente creía en las materializaciones desde otros planos? Bueno, puede que algo tan disparatado no fuese como tal. Al fin y al cabo, ahí estaba. Los hechos nunca mienten.
Sus manos seguían en la misma posición, rodeando con los dedos la piedra roja. Se veía reflejado en ella, casi como si estuviese dentro, en llamas. Su pulgar pasó por su lisa superficie y la apretó con la uña.


El suelo comenzó a temblar, intentando expulsarle de su propia superficie. Los árboles, ya secos se hundieron en el suelo...ahora la oscuridad estaba iluminada por diversas luces rojas procedentes de los ojos de los seres infernales que él mismo había despertado. Ellos. Sí, al fin habían venido. Sus cristalinos ojos se abrieron más que nunca y sus pupilas se contrajeron hasta alcanzar el diámetro de un alfiler. Su corazón comenzó a latir fuertemente, librándose de las negras ataduras del dolor. Parecía que buscaba una salida, que quería escapar de aquella oscura y estrecha caja torácica que le llevaría hasta la muerte. El aliento huyó de su boca y la sangre comenzó a hervir en sus mejillas. El pelo le impedía ver, así que estiró la mano y se apartó el pelo rápida y bruscamente. Siempre pensó que algún día le causaría problemas. De pronto, el temblor del suelo comenzó a abrir grietas en el suelo blanco de su alrededor. Un grito ahogado se unió al crujir de la tierra y la nieve.

Exhausto, corrió lo más rápido que pudo. Era increíble, parecía morir pero de pronto una fuerza terrible le impulsó a huir de todo aquello. Se sintió sobrehumano, y en medio de todo ese mar de dolor, miedo, pánico e incertidubre se formó una barca llena de fuerza y control, pequeñísima, pero más fuerte que ninguna. Corrió, huyendo de no sabía qué, yendo a no sabía dónde, sintiéndose más rápido que nunca. Aún así, todo era demasiado increíble para ser real: tropezó. Y allí estaba, en medio de un charco de barro. No, no había tiempo. Volvió a levantarse y de nuevo recuperó su valor. Ya no corría, todo estaba como debía estar.

Cerró los ojos y contrajo los músculos de sus brazos y sus piernas. Se quedó quieto, sabiendo, no sabía cómo, que eso era lo que tenía que hacer. El temblor se acercó, se acentuó; el ruido se hizo cada vez más grande, llegando a ser ensordecedor; las grietas llegaron a donde se encontraba, y unos negros láticos se fueron cerniendo en torno a él, adhiriéndose a su piel como pegamento, agarrándose a su ropa como garfios. Se quitó la camiseta en un intento inútil de aplacar las heridas y el dolor que le acosaban pero una vez más ya era tarde, las heridas brotaban en su pecho. La sangre se hacía notar, estaba caliente pero a medida que resbalaba por su cuerpo se iba helando provocándole una sensación extraña...en cierto modo le gustaba. Extendió los brazos, buscando agarrarse a algo, sin haber nada. Los látigos seguían arrancandole la piel cuando trataba de quitárselos, abriéndole heridas, y tratando de engullirlo. Aunque trataba de huír, una sensación le decía que no pasaría nada si no hacía esfuerzo. ¿Qué habría tras las tinieblas entre la tierra?

Bueno, amigos, curioso, ¿no? Supongo que leer esto os habrá resultado algo extraño y puede que confuso. Pues ahora es cuando explico cómo ha surgido esto.

Esto ha surgido de la unión de dos personitas interesantes. Bea, una fantástica minidiosa terrenal, y yo, el blogger :3 La cuestión es que este ejercicio, práctica, cración, la hemos hecho entre los dos, intercalando sus pasajes y mis pasajes. El resultado puede ser algo extraño, pero, a mi parecer, es muy bonito ver cómo una colaboración puede crear algo como esto. Puede que en un futuro lo pulamos y tallemos para conseguir algo precioso y reluciente. Esto es el texto en bruto. Espero que os guste la idea y, por supuesto, el texto.

lunes, 12 de julio de 2010

La aguja de plata

Vuelvo a sentirla... vuelvo a sentir esa aguja de plata clavándose en el lado izquierdo de mi pecho. Sólo por pensar. Pienso y rápidamente vuelve la estrecha aguja para pasar entre mis costillas y lacerar mi corazón. No sé cuántas veces ha alojado este a esta lanza improvisada. Realmente... realmente puede que esta sea la primera vez, y que sea sólo un embriagador y confuso efecto el que produzca en mí la extraña sensación de repetición, la impresión de conocer ya ese clavo sagrado que se introduce punzante en mi pecho.

domingo, 4 de julio de 2010

El niño loco.

Siempre le habían llamado loco. Él nunca entendió por qué decían eso, pero si los otros lo decían, supuso que sería así. ¿Por qué iban a engañarle? Desde muy pequeño acepto lo que sus padres, sus hermanos, sus amigos y todo el mundo le decía. Quizá fuese por eso por lo que nunca habló. Todos se preguntaban por qué no lo haría y qué pasaría por esa cabecita, porque no había ningún impedimento físico que le hiciese permanecer en silencio, todos sabían que si no hablaba era por que no quería decir nada.

Desde muy pronto le dieron por un caso perdido. Recuerdo una vez que se empeñó en quedarse quieto, sentado en el pasillo de su casa, mirando fíjamente a la pared blanca que tenía enfrente. Al principio casi ni se fijaron en él. Sus hermanos pasaban por ahí, jugando y berreando, y le miraban riéndose, volviendo enseguida a sus juegos y sus berridos; y sus padres estaban demasiado ocupados. Pasó todo el primer día así, hasta cuando cayó el sol seguía mirando la pared lisa y blanca, sin cambiar la seria expresión de su rostro. Al día siguiente lo encontraron igual, sólo que en su mano tenía un pincel; la pared, una raya morado intenso; y su cara había sido pintada también con una preciosa sonrisa. Intentaron regañarlo por lo que hizo, pero no sirvió de nada. El volvía a la pared, miraba la raya morada, sonreía, y esperaba a que se fuesen. Así fue durante siete días. Hubo rayas moradas, naranjas, azules, rojas, amarillas, verdes y negras.

Cosas así, cosas como estas son las que le habían hecho ganarse una reputación confunsa y extraña desde que nació. Nunca fue un niño normal, y al no serlo, nadie le dio la oportunidad de serlo. Pero, ¿para qué quería él una oportunidad? No la deseaba. En su pequeña cabecita no había lugar para el rencor ni el dolor. ¿Qué importaba que estuviese loco? Siempre tendría cosas que hacer. Siempre tendría experiencias que vivir.

sábado, 3 de julio de 2010

Noche

Mis ojos se mueven en la oscuridad. Dos discos de hielo y lava que se mueven a la par, encerrados en esferas de cristal, mirando inútilmente a ninguna parte. Nada. Nada. Nada. Y ahí es cuando empieza todo.

Los ojos abiertos dejan de ser una estupidez y comientan a captar leves siluetas humeantes a su alrededor.. Siempre comienza así, tras haber esperado previamente un par de horas sentado y mirando sin poder ver.

Las siluetas, blancas y negras, adoptan una forma más definida. Una es un elefante con sombrero de copa; otra, una mujer caminando en la posición del puente; otras cuantas forman huellas de pies, unas detrás de otras...

Ya comienzo a sonreír. Noche tras noche, así había sido durante toda mi vida: desgastar el día, carcomerlo lo más velozmente posible y esperar pacientemente a que el verdadero mundo al que pertenecía llegase hasta mí.

Me pongo de pie, y empiezo a buscarle. Ando por el infinito espacio en el que ahora me encuentro, caminando entre flores aladas, seres llenos de ojos y corazones palpitantes atrapados en paredes invisibles que, sonriendo y saludándome al pasar, cobran cada vez mayor nitidez y realismo. Otra vez se ha escondido. Me molesta que lo haga, pero a la vez revive un sentimiento de aventura, misterio y diversión que adoro. Entonces tengo que buscarlo. En este mundo no son necesarias palabras, nuestros juegos empezaban sin previo aviso: en cuanto él o yo decidíamos empezar un juego, el otro ya sabía que el juego había empezado.

Subo escaleras invisibles; cabalgo sobre una cama voladora llena de brazos; caigo en un lago y nado hasta una burbuja; una mariposa me cede sus alas y vuelo hasta un bosque lleno de árboles de los que nacían los sonidos... Mi preciado mundo monocrómico me brinda aventuras que, día tras día, siguen siendo fascinantes.

Me paro en este bosque. Sé que está aquí. Mi sonrisa no puede ser más grande y verdadera. Empiezo a girar sobre mi propio eje mientras veo nacer el crujido de un hueso de aceituna que se muerde y el piar de una rana sin ojos, mirando todo lo que me rodeaba. Y llegué al lugar al que quería llegar.

Él salió de detrás de esa flor esférica y enorme que daba el fruto del sonido del diecinueve de septiembre. No hacía falta que le dijese que le había encontrado, en el momento en el que uno supiese que había encontrado al otro, este sabría inmediatamente que había sido descubierto.

Estoy enfrente de él, frente al único ser similar a mí que habita este mundo. Su pelo blanco, terminando horizontalmente a la altura del pecho, se balancea hacia un lado, movido por la brisa del suspiro de una madre cabra; inclina la cabeza hacia el otro lado, y su simpática risa se pierde en un eco lejano. Y entonces empieza a acabar.

Los hurones con cuernos se despiden de mí y los agujeros del cielo comienzan a rellenarse. Mientras sus ojos casi cerrados por su sonrisa siguen mirándome, yo observo cómo mi mundo me dice adiós y toda su monocromía se disuelve en torbellinos de un color al que yo llamo "nada". Le miro. No hacen falta palabras. "Hasta mañana". El mundo se comienza a deshacerse, despintando cada pincelada dada anteriormente, guardándose él mismo en su propia caja. Se termina mi mundo por esta noche. Se comienzan a colocar los lienzos del mundo real. Con plantillas y acuarelas de colores se empiezan a preparar los escenarios antes del alba. Todo dio una vuelta y, sin que nada cambiase, ya era de día en un mundo diferente. Hasta otra noche.

jueves, 24 de junio de 2010

Fallo, nieve y algo que se retuerce en el suelo.

Y ahora nieva. Sólo nieva. Y ante mi desgracia no puedo parar de reír, casi quiero gritar de alegría. Una paradoja afortunada que envuelve mi vida y me sugiere que termine ya con todo. El suelo cada vez resulta más acogedor y yo, tumbado en él, sigo girando de un lado a otro, estirándome, encogiéndome, carcajeando y derramando lágrimas. Ni siquiera puedo abrir los ojos, ¿no es maravilloso? Lo que mi fallido cerebro es capaz de hacer: convertir el dolor, la pena y la tragedia en risa y llanto. ¡Es fantástico, maravilloso! La blanca nieve continúa intentando envolverme por completo, colándose en mi sonrisa y calando mi ropa. Entonces empiezo a gritar. Son gritos de júbilo que contrastan con mi demacrada faz. Me retuerzo, me contorsiono, busco hacerme daño con mis movimientos. Crearon una mala persona, un defecto del mundo, y aquí lo ven: un patético chico que llora y ríe a la vez, que sufre y disfruta al mismo tiempo. Un deshecho que nadie quiere, que es sólo basura. Que es sólo basura y que lo sabe. Que lo sabe y lo ha aceptado.

Song: Red Hot Chili Peppers - Snow

"... la tentación es demasiado grande, la tentación es demasiado grande, la tentación es demasiado grande, la tentación es demasiado grande..." - se repetía mientras seguía lanzando sus lágrimas a cincuenta metros en el vacío.

Como lord Henry Wotton dijo a Dorian Gray: "La tentación sólo puede desaparecer sucumbiendo a ella."

miércoles, 23 de junio de 2010

Tu otoño.

Removía lentamente el agua azul elécrico de ese lago, acuclillado a sus orillas. Con la cabeza hundida entre mis rodillas, el pelo y los brazos mojados, sólo esperaba a que sucediera algo, cualquier cosa, no importaba qué. Relajé un poco los músculos de mis piernas, y me fui inclinando progresivamente hacia atrás hasta que un seco golpe en la espalda me indicó que ya había llegado al suelo. Estiré las piernas y me quedé tumbado sobre la arena, mirando el pálido y azulado cielo.

Entonces vino el suceso que andaba buscando. Fue un impulso, una idea. Me incorporé hasta quedar sentado con las piernas estiradas, saqué mi cartera marrón del bolsillo trasero de mis vaqueros tres tallas más grandes, busqué y encontré lo que quería. Lo dejé sobre la piedra, boca abajo. Miré mi cartera y un nuevo impulso me informó que no la quería para nada más, que no quería verla nunca jamás. Entonces la lancé lo más lejos que pude en dirección al lago, como si quisiese encayarla en la otra orilla. Cayó al agua con un ligero y breve chapoteo, elevando pequeñas gotas cyan. Había sido un buen recipiente, pero su utilidad había acabado ya.

Miré aquel papel rectangular a mi derecha. El dorso había amarilleado en apenas unos meses. Lo cogí por el lateral inferior y lo volteé con un imperceptible gesto del pulgar, el índice y corazón.

Era nuestra foto. Nuestra. Sé que jamás la quisiste, pero siempre pensé que sería nuestra. Sentí que mi cuerpo no me permitía seguir erguido, y volví a tumbarme. Extendí el brazo, observando el rectángulo a contraluz y algunos rayos de sol colándose por la esquina. Metí mi mano izquierda en el bolsillo de su mismo lado y la saqué junto con mi mechero. Alcé entonces la mano izquierda también. Un intento. Otro intentó. A la tercera, la llama se atrevió a visitarme.

Con la mayor lentitud posible acerqué nuestra foto al fuego, que temblaba tímidamente a la brisa. Prendió a los pocos segundos de entrar en contacto llama y fotografía, y bajé el brazo izquierdo, soltando y olvidándome del mechero. Me dediqué entonces únicamente a mirar cómo nuestra foto se deshacía en el aire en cenizas, humo y vacío, hasta el último momento.

Hinalé el humo de nuestra fotografía, envuelto en cama de magnolias y grava. Tu otoño llegó, y tan silenciosamente como llegó, desapareció sin dejar rastro.

martes, 22 de junio de 2010

Caprichos.

Y sólo quiero morder tus labios. Morder tus labios y gritar. ¡Y ya está! ¡Y se acabó! Girar, volar en el aire. Tambalearme sobre una superficie invisible mientras danzas a mi son, incitándo a mi mirada a pegarse a ti; tentandome en silencio silbilante.

Quiero agarrarte, abrazarte, tragarte, mirarte, no soltarte nunca y a la vez no acercarme jamás a ti, sin perder nuestro máximo de alejamiento.

Sólo quiero verte, pero no es lo único que quiero. Deseo tantas cosas... tantas que tienen que ver contigo y tantas que nisiquiera te tienen en cuenta pero en las que estás presente...

Quiero viajar contigo en barco, tirárme contigo por la borda de la mano. Quiero echarle un serio al sol a tu lado. Quiero, quiero y quiero más.

Caprichos, serán sólo caprichos. Pero esos caprichos te requieren.

lunes, 14 de junio de 2010

Cuando se huye de la nada

Su cabeza de cristal se tambaleaba, inestable, sobre su único, delgado y endeble pie negro de brea. Con sus largos brazos se desplazaba, lanzando sus falanges sin apenas forma hacia los objetos a los cuales quería agarrarse desesperadamente para darse impulso. Repetía esta operación contínuamente con un ansia frenético por avanzar, dejando tras de sí una hilera de porcelanas rotas y sedas rasgadas desperdigados por el estrecho desfiladero. Pero volvamos a su cabeza de cristal. Como una pecera rebosante, el agua turquesa escapaba por la azotea de su incompleta máscara transparente debido al movimiento. De sus labios prácticamente sellados apenas eran desprendidas dos gotas que caían por sus pacíficas comisuras. Su cabeza estaba tan llena de lágrimas que se derramaban con tan solo inclinarla. Su expresión fina y fría de cristal rompía con su angustioso y torpe caminar plagado de hastío y miedo. Su cara, pese al ligero temblor que la dominaba, era permanente. Finalmente, detuvo su huída. Su inexistente negro corazón palpitaba tan fuerte que se expresaba en forma de ondas en el líquido. Lentamente, con los enormes dedos apollados en ambos lados del pasillo, giró la pesada cabeza. El turquesa continuaba cayendo por sus cuencas huecas. Se apagó la luz. Se escuchó un "cras". Y nada.