viernes, 19 de marzo de 2021

No estoy acostumbrado a esto. Últimamente, con cierta frecuencia, veo y siento cosas de las que creo no haberme dado cuenta antes. No sé a qué se debe, si podría ser una falsa sensación, un deterioro de memoria o un engaño de la mente intentando aferrarse a algo. Me inquieta en especial observar el trascurso de mi vida y ver cómo la tendencia a no comprometerse con ninguna labor realmente íntima y personal no ha hecho más que ir a la alza, mientras que la imagen o el discurso de dedicarse por completo a la intimidad, propia y compartida, son cada vez más sólidos. Lo relaciono de algún modo con la sensación, siempre, de que quizá no escucho tanto como debería. Que no soy capaz de sentir genuino interés, y mantenerlo, y alimentar lo ajeno para que llegue a su máxima expresión. Y que de igual modo no logro que mi genuinidad, sea esta la que sea, florezca de este modo. Lo entiendo como perderse en la relacionalidad en sí. En que todo lo que haga sea meta. Todo es reflexionar sobre reflexionar. Pensar sobre pensar. Sentir sobre sentir. Hablar sobre hablar. Todo es un análisis que no sé si avanza, explora, mueve, genera... mi sensación es que, al menos lo que viene siendo mi campo privado todo es yermo y nada crece. Quizá la tierra cambia de color, y no niego que eso suponga vida; pero no puedo evitar sentirme más cercano con los ritmos biológicos de las plantas. Y sin embargo no las tengo, ni las sé hacer crecer, ni verlas. Siempre me perturba la sensación de que todo lo que hago lo hago para compartirlo, como que eso anula la posibilidad de continuar un proyecto o dedicarme realmente a algo si no tiene la validación o el interés de otra persona. Por eso no me considero creativo. Nunca he tenido un proyecto propio realmente.

martes, 24 de diciembre de 2013

Lo único que tengo.

¿No te sientes absolutamente harta de no poder confiar en nadie, de tener que ir siempre cargando con un escudo emocional porque siempre que intentas confiar en alguien sabes que te hará daño por defecto?

Sí. Me siento más que harta. Me siento harta y cansada de llevar a cuestas un corazón blindado. Pero es lo único que me queda.


Grim

sábado, 27 de julio de 2013

No somos ni barriles

Tengo ganas de abandonar a alguien. De abandonar a alguien y que llore por ello. La cuestión tiene narices, y un montón de risas enlatadas. ¿Y la gente a la que grabaron para poner sus carcajadas de fondo en esas series de hace un par de décadas? Quizá muchos de ellos estén ya muertos. Vieron la serie y dijeron "mira, esa risa, la que asciende entrecortada y termina en una aspiración, como un respingo: esa es la mía". Y ahora, muertos. Por ejemplo. Igual ni vieron la serie, e igual están viviendo felizmente en un chalet de una zona tranquila cerca del campo. La cuestión es que quiero ver a gente llorar por mí, como un chute para el ego, como para reforzar el autoestima de manera malsana. Despreciar. Porque al final todo lo que satisface es en situación de contraste. Vale, no todo, seamos honestos. Pero seamos honestos en que no somos honestos. Al menos en eso sí. Ver a alguien empezar a temblar, deshacérsele la cara y empezar a moquear de manera incontrolada. Y que no te importe. Cuánta importancia. A veces no me importaría que mi cabeza no solo se centrase únicamente en mí, sino que ignorase por completo la existencia de otras personas. "Yo te tengo en cuenta, tenme tú en cuenta". Pues no. Esto no funciona así. Esto funciona "yo hago lo que me da la gana, y no me voy a molestar en decirte que tú también lo hagas". Como nos cuesta este "tú". Porque nosotros somos todo "yo". Pero yo quiero un , y lo quiero hecho mierda. De todas maneras, es tontería. Nadie va a llorar. Ni siquiera me daré importancia al respecto, aunque sienta que la tengo. Nadie va a llorar.

Porque los depósitos están vacíos.

http://www.youtube.com/watch?v=yRYpd3_roHg

martes, 25 de junio de 2013

Suicidio, Odio, y Partida en Re Menor.

Hace tiempo que no escribo, y únicamente me limito a pensar. Y es que no sé bien qué decir. Silencio, tan sólo silencio. Las palabras ahora son meras palabras, y ya no concretan ni expresan los sentimientos y emociones que tanto me esfuerzo por manejar. Sentir y no sentir, sentir y no sentir. Pensar. Existir. Qué más da. No es mi mente la que está rota, sino mi capacidad para sentir sin romperme en mil pedazos. Mi alma, tal vez.
La vida es una cuestión extraña, pero las otras vidas que incluyes en la tuya, son asuntos aún más extraños. Asuntos que empiezan y se acaban por el brazo ejecutor del tiempo y la circunstancia. Asuntos, que si no son progresivamente decapitados por el inexorable efecto de estas dos variables mencionadas, son lapidados por ti. Encontrarás un motivo, encontrarás una excusa, y se acabará. Así, tu vida, y las vidas que incluyes en tu vida, se componen de pequeñas muertes que constituyen los movimientos de una larga y deprimente sonata. Y todos y cada uno de esos, empiezan con un preludio hacia una eternidad a la cual no alcanza la vista.
Pero, ¿quién se quedará para sostenerte la mano cuando tú decidas ponerle fin a tu sonata? ¿Podría existir una vida que realmente quisiera ser testigo del fin de otra? Yo creo que es algo inconcebible. A nadie le gustan los finales.
Al fin y al cabo, qué clase de loco se interesaría por cualquier criatura que va a morir.

http://youtu.be/3Y7LkFe3n24

Grim

domingo, 3 de febrero de 2013

Carnaval

Voy disfrazado, con un antifaz dorado y una capa negra. Y algunas cosas menos llamativas, pero bien elegidas. Es carnaval y todo el mundo en Madrid sale a las calles, y yo este año he decidido que quería disfrazarme y salir, a hacer algo de lo que todos hacen y de lo que a mí me gustaría hacer. Se lo he dicho a alguien, no importa a quién y me ha dicho que me vaya con él, o con ella, y con unos amigos suyos. Ellos son gente que sabe pasárselo bien, que ríe mucho y disfruta. Yo sonrío, y de vez en cuando intento participar más que de costumbre. Pero en un momento, uno de esos momentos míos, me quedo mirando a la nada, al suelo, mientras delante de mí pasan piernas disfrazadas. Y yo sigo sorbiendo de mi vaso con la pajita, sea lo que sea que contenga. Y se me acerca uno que no es del grupo, que va mejor disfrazado que yo, y me despierta poniendo una mano suya encima de mi hombro. Cuando subo la cabeza y le miro, me sonríe, y entonces yo le sonrío. "¿Nos vamos a esos arbustos?", propone. Y yo le sigo la corriente.