viernes, 19 de marzo de 2021

No estoy acostumbrado a esto. Últimamente, con cierta frecuencia, veo y siento cosas de las que creo no haberme dado cuenta antes. No sé a qué se debe, si podría ser una falsa sensación, un deterioro de memoria o un engaño de la mente intentando aferrarse a algo. Me inquieta en especial observar el trascurso de mi vida y ver cómo la tendencia a no comprometerse con ninguna labor realmente íntima y personal no ha hecho más que ir a la alza, mientras que la imagen o el discurso de dedicarse por completo a la intimidad, propia y compartida, son cada vez más sólidos. Lo relaciono de algún modo con la sensación, siempre, de que quizá no escucho tanto como debería. Que no soy capaz de sentir genuino interés, y mantenerlo, y alimentar lo ajeno para que llegue a su máxima expresión. Y que de igual modo no logro que mi genuinidad, sea esta la que sea, florezca de este modo. Lo entiendo como perderse en la relacionalidad en sí. En que todo lo que haga sea meta. Todo es reflexionar sobre reflexionar. Pensar sobre pensar. Sentir sobre sentir. Hablar sobre hablar. Todo es un análisis que no sé si avanza, explora, mueve, genera... mi sensación es que, al menos lo que viene siendo mi campo privado todo es yermo y nada crece. Quizá la tierra cambia de color, y no niego que eso suponga vida; pero no puedo evitar sentirme más cercano con los ritmos biológicos de las plantas. Y sin embargo no las tengo, ni las sé hacer crecer, ni verlas. Siempre me perturba la sensación de que todo lo que hago lo hago para compartirlo, como que eso anula la posibilidad de continuar un proyecto o dedicarme realmente a algo si no tiene la validación o el interés de otra persona. Por eso no me considero creativo. Nunca he tenido un proyecto propio realmente.