Hace algunos años, en un pueblo donde aprendí a mentir...
Ojalá. Ojalá no hubiese aprendido a mentir, o a callarme. Ojalá pudiese gritar y sonreír. Ojalá.
Con un corazón como motor, y un timón de letras...
Ojalá. Ojalá no se hubiese parado mi motor. Ojalá hubiese conocido otra sensación, una variante. Ojalá pudiese caminar, o alzar el vuelo. Ojalá.
Y descubrí que los besos que dan las sirenas son besos, y nada más; pero eso sí: con extra de sal...
Ojalá. Ojalá mis labios olieran a sal. Ojalá conociese el amargo sabor de una sirena. Ojalá no se hubiese secado mi piel. Ojalá.
Ojalá...
No hay comentarios:
Publicar un comentario