sábado, 18 de agosto de 2012

La nada reluciente

Y los quietos nos reímos, ácidos, corruptos por la envidia y sabedores de ello. Nuestras carcajadas a costa de los ignorantes son el alivio que tenemos por ser la más pura medianía, que, aun pareciendo extensa, es reducida y condenadamente amarga. Conscientes de nuestra propia incapacidad nos consumimos de manera brillante ante los ojos estúpidos de los seres de la tierra, tratando de compensar así que somos pájaros sin alas. Admiramos internamente a esos mitos que vuelan lejos de nosotros, y ante nuestro singular aperitivo los tratamos como hermanos, tratando de demostrarle así que somos iguales que esas leyendas que tan lejos quedan de nosotros en realidad. Y nos creen. Porque son imbéciles, y no entienden. Pareceremos plata por hablar del oro, y cuanto más nos duela el hablar y más sufra nuestra psique, más pareceremos relucir, y nos confundirán con el platino mismo. Sin embargo, esas estrellas, cuyo brillo nosotros no tenemos pero sí entendemos, jamás sabrán de nuestro fugaz fulgor dudoso, y nuestro resplandor quedará apagado, ignorado por los que se mueven, y, si acaso, olvidado por los que siquiera llegaron a nacer y morir en el acto.

http://www.youtube.com/watch?v=6VAkOhXIsI0

No hay comentarios:

Publicar un comentario