jueves, 19 de agosto de 2010

Estrella de mar

Se oye un contínuo y lejano picoteo, como el lento sonar de un pájaro carpintero que, al parecer, no tiene intención de detener su labor. Entre este tedioso sonido, se cuela el de ujn objeto muy pequeño colisionando contra una superficie. ¡Plic! ¡Plic! Un enorme sonido enmudece a estos dos, el sonido que producen dos continentes al chocar, un tsunami al cernirse sobre la tierra, la representación auditiva de una traición. Acto seguido, esas pequeñas colisiones se multiplican. Más. Más. Mucho más. Muchísimas. Normalmente adoraría la lluvia. Saldría a abrazar las gotas y rebozarme en el suelo. Miraría al cielo y sentiría el agua caer por mi cara, mi cuerpo. Sería yo, el yo que nos fue arrebatado a todos. Sí, a todos. Jamás estamos completos. Bien, la lluvia podría hacerme sentir que soy completo por un instante. Sin embargo... estos truenos me asustan. Pretenden asustarme. Me gritan que si salgo a de este tejado me harán daño, que el agua no me acariciaría, que me golpearía. Que me tirarían al suelo, y no me dejarían nunca. No lo comprendo. Esto es un error. Esto no debería ser así...

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