jueves, 18 de octubre de 2012

Parálisis

Miré el cuerpo del esquizofrénico. Un nudo atenazó mi garganta.
El agua resbalaba por sus músculos desnudos. Una amplia gama de brillantes y volubles colores que cambiaban con el reflejo de la luz sobre ellas. Corrían, arriesgadas y suicidas sobre la piel blanca del atractivo demente. 
Un picor inexistente hizo que las venas, espesas, sobresalientes, se movieran, provocadoras, mientras rozaba la zona absurda afectada.
Acaricié el cuerpo del esquizofrénico. Miré en sus ojos enfermos, dos pozos azules con chispas de color carmesí y negro, que ahondaban en lo más profundo de un cerebro defectuoso por una excesiva rapidez en el pensamiento y la forma de la realidad.
Él sonreía.
Arañé y mordí el cuerpo del esquizofrénico. Desgarré el cuerpo del esquizofrénico, después de saciarme con su tacto y su vista. Abrí en canal el cuerpo del esquizofrénico.
Busqué la enfermedad, pero no la encontré.
Mecí entre mis ensangrentados brazos su rostro mudo y rojo, arrancando su cabello rubio como oro precioso que se deshacía entre mis dedos, contemplé los huecos negros, vacíos, de las cuencas de los antiguos zafiros azules. Mientras alzaba el rostro al cielo y lloraba, gritaba por lo que podría haber sido y no fue, por lo que no podía encontrar ni poseer, por lo que consideraba podrido y muerto por el tiempo, por lo que me hacía miserable, loca y apasionada. 

De súbito dejé de balbucir inconexas palabras de neurosis, y lamiendo con deseo trastornado su faz descompuesta, desde la barbilla hasta el pómulo, con una sonrisa incalificable susurré a su oído muerto que le quería, aún con el repugnante sabor de la sangre apresando mi lengua.

Si aún fuera dependiente de ti, si aún no se hubiera podrido, si aún no lo hubieras destruido todo, el dolor me mataría.


Grim

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