domingo, 22 de abril de 2012

La voz brillante y el pelo revuelto

Pensemos en aquella pobre chica buena, con la garganta llena de talento y sueños que cumplir. Aquella muchacha que enamoró a todos y a ninguno, que se salió de todos los parámetros y se saltó todas las reglas. Aquella cara sonriente que despertaba cada día en una habitación diferente, con otras personas, y con el mismo vaso lleno de bourbon en la mano. Que vivía alocada, salvaje, y libre, en medio de ciudades y caras de poker, olvidando que ella quería encontrar el sentido de la vida, entregada a las mareas y el oleaje que la calle y los escenarios le ofrecían. Recordemos sus cigarros y su humo, sus dientes y sus labios, y su melena de león por la cintura, y esas gafas redondas que no necesitaba. Cómo nos llevaba a todos a las nubes, y nos acogía ahí, donde ella siempre podía estar. Pobre chica perdida, perdida con su don, que todos anhelaban. Sus ojos, que brillaron sin necesidad por lo que parecía real y no lo era, y se apagaron antes de descubrir la realidad que buscaba. Su rostro blanco sin arrugas, más veces iluminados por los focos que por el mismo sol. Hoy he conocido a alguien que murió hace más de cuarenta años. Y me inventado su vida. Porque a eso me dedico, a imaginarme como han sido y serán las cosas, y, por qué no, también a construir la misma actualidad. Me despido. ¡Fuera de aquí, yo! Echa un vistazo.

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