miércoles, 25 de abril de 2012

Apagón

Como tantas otras noches, me senté en el balcón sobre las cuatro de la mañana para fumar. La luz de la farola del fondo de la calle titilaba. Moría a ratos. Dejaba el lugar sumido en una profunda oscuridad parcial. Miré hacia Madrid. Hacia esas cuatro torres semiencendidas que tanto significaron antaño para mí. E imaginé qué ocurriría si de improviso toda la zona se quedaba sin luz. ¿Realmente gritaría alguien, dormidos, inconscientes como estaban todos? ¿Acaso alguien lo notaría? ¿Algún noctámbulo como yo que dedicase sus horas de sueño a pensar? ¿Y si Madrid entero se quedaba sin luz? ¿Y si yo era testigo de cómo toda luminosidad anaranjada quedaba reducida a la más absoluta y absurda negrura?
Todo reflejo artificial sofocado, toda señal de vida moderna extinguida, todo ideal desconectado. Sonreí. Sería perfecto, sin duda. Sublime.


Soy una roca, soy una isla. Y la roca no siente dolor, y la isla nunca llora.


Grim

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