jueves, 22 de julio de 2010

Uno solo

Cogí el cuchillo bañado en sangre, frío y caliente al mismo tiempo. El escarlata se derramaba a través de mi brazo cual serpiente se enrosca alrededor de su presa. Miré a mi personalidad cuya vida estaba llena de infortunios. Cómo no, había perdido, y yacía patéticamente sobre el gélido suelo de hielo. Había muerto. Le giré de una patada, no merecía más de mí, y observé en su cara mi rostro, mirándome. Me decía: “Me has matado… me has matado…” Pero Yo no podía parar de sonreír. Por fin sería solo Yo el dueño de mi vida; ya no tendría que observar a través de los ojos de otro, torpe y penoso como él. Desde que la batalla comenzó supe que era Yo el que estaba destinado a vivir. El negro había ganado.

En ese momento, todo el lago helado comenzó a quebrarse, por todas partes. Miré por última vez mi cuerpo, cayendo entre las plataformas de hielo y siendo sepultado en su tumba de agua congelada. Ascendí, y me desvanecí…

Entonces abrí los ojos y me levanté precipitadamente. Estaba ahí, en mi casa, en mi cama de siempre, pero algo era diferente. Yo y sólo Yo estaba en esa habitación. Sonreí. Ya era hora de que el segundón pudiese estar solo y obrar por su cuenta.

1 comentario: